Cuaresma: Tiempo de transformación

La Cuaresma es un tiempo precioso de preparación para la Pascua que se inicia con el miércoles de ceniza y finaliza el Jueves Santo. Hay que tener esto en mente para que logremos hacer este tiempo efectivo y aprovechemos esta gran oportunidad que la Iglesia, como madre y maestra, nos brinda cada año.

Es triste que algunos fieles católicos centren este ciclo litúrgico en el miércoles de ceniza y más concretamente en la ceniza. A veces vemos algunas personas preocupadas por recibir la ceniza, pensando que con esto ya han conseguido la salvación. La ceniza debe ser un símbolo de conversión personal, transformación del corazón, algo íntimo y profundo en nuestro caminar cristiano que nos dirige hacia este tiempo de preparación para la Pascua, en la cual Dios pasa por nuestras vidas, las toca y las convierte en camino de perfección.

Desde tiempos antiguos se usaba la ceniza como un signo de penitencia, como un deseo de cambiar la propia vida, de permitir que sea Cristo y su evangelio el que guíe nuestras vidas y podamos hacer eco a la invitación de Jesús: “Sean perfectos como el Padre celestial es perfecto”. Por consiguiente, nuestra Cuaresma debe ser un camino de perfección, de mayor acercamiento a Dios y de luchar para cumplir su voluntad.

Tengamos en cuenta los siguientes acontecimientos de la historia de la salvación: Moisés caminó por cuarenta días antes de subir al monte Sinaí para encontrarse con Dios; Elías caminó durante cuarenta días hacia el monte Horeb, y el pueblo de Israel caminó durante cuarenta años a la tierra prometida. Jesús se retira al desierto por cuarenta días para el encuentro íntimo con el Padre eterno y es expuesto a tentaciones que combate con oración, ayuno y con la palabra de Dios. Entonces, podemos concluir que el número “cuarenta” en la sagrada escritura es simbólico, que significa víspera, preparación para algo importantísimo y de ahí surge el nombre de cuaresma, que significa cuadragésimo y es un recuerdo de los cuarenta días que Jesús se prepara para su vida pública, para anunciar el reino de Dios. Nosotros en la actualidad no podemos desligar la Cuaresma de esa preparación importantísima para la Pascua, para ese encuentro permanente y definitivo con Dios.

Es muy necesario que tengamos tres elementos de suma importancia durante la Cuaresma, para una verdadera preparación para la Pascua:
  1. Oración, que debería ser comunicación íntima con nuestro Señor;
  2. Ayuno, que debería consistir en eliminar de nuestra vida todo aquello que nos separa del espíritu evangélico; y
  3. Penitencia, que es desprendernos de los obstáculos que nos impiden ser santos.

La Cuaresma no es tiempo de cambiar el menú y saborear esos alimentos propios de la temporada. Es tiempo de cambiar nuestros corazones, cambiar nuestras vidas y esforzarnos por vivir la misma vida de Cristo, teniendo en cuenta sus enseñanzas: “el que quiera ser el primero, que se haga el último de todos”, “el que quiera ser grande, que se haga el servidor de todos”, y “el que quiera seguirme, que cargue con su cruz y que renuncie a sí mismo”.

Eso de privarnos de tomar alcohol o dejar ciertos alimentos o ciertas acciones por cuarenta días es una espiritualidad falsa, inútil y desagradable a Dios, si no son para lograr una verdadera conversión.

Recordemos: “rasguen sus corazones, no sus vestiduras.”

Deseo que esta Cuaresma transforme nuestras vidas para siempre.


Padre Miguel

Padre Miguel

Padre Miguel Obregón, originario de Nicaragua, es fraile Franciscano de la provincia de Santa Bárbara, Cal. con estadía temporal en Houston. Recientemente celebró 35 años de ordenación.

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